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Son las 8 de la mañana y Francesca Cid, encargada de Extensión y Educación de centro Ceres, se encuentra en Av. Condell con Camino a San Isidro a la espera de sus compañeros de trabajo, Amantina Vega y Emiliano González, extensionistas del proyecto FIC-R 2017 “Red de núcleos regionales de investigación, difusión y aprendizaje participativo en horticultura ecológica basada en policultivos”. El motivo del viaje es acudir a Calle Larga, uno de los tres Núcleos de Aprendizaje Participativo (NAP), además de Cabildo y Quillota, donde se reunirán con pequeños agricultores para abordar una de las seis temáticas escogidas por sus participantes, entre ellas, manejo ecológico de plagas, hierbas medicinales, fertilidad y nutrición de suelos, comercialización en cadenas cortas, entre otros.

Esta iniciativa plantea en su objetivo facilitar la adopción de un modelo de producción sustentable entre pequeños agricultores de la región, para ello, se ha propuesto demostrar con base científica y, en condiciones locales, que la diversificación en base a policultivos y manejo ecológico permiten mejorar la salud de los agrosistemas. De tal manera que en su fase de transferencia, a través de Francesca Cid, Amantina Vega y Emiliano González, se lleve adelante la consigna de implementar espacios de diálogo en predios reales, donde se forje desde el territorio una completa red de núcleos de aprendizaje participativo como faros de agroecología.

Durante el trayecto, el equipo repasa los últimos detalles de la jornada, chequeando a pulso cada uno de los elementos que harán posible una fructífero encuentro junto a los campesinos. Para ellos, lo importante es generar un espacio de aprendizaje participativo, cuya finalidad permita democratizar el derecho al “saber”, es decir, que cada participante tenga la oportunidad sin importar sus condiciones económicas y sociales para ser un sujeto activo en la construcción y adquisición de conocimiento.

“Tradicionalmente, los procesos de extensión rural se han realizado de manera vertical, esto quiere decir, desde la concepción de enseñanza-aprendizaje que sitúa al campesino solo como un receptor de conocimiento y al extensionista (centro Ceres) como un portador de éste. Nuestra metodología busca un nuevo enfoque, donde el proceso de comunicación o ‘extensión rural’ se desarrolla desde la horizontalidad al reconocer el saber presente en el campo como válido e importante”, explica Cid.

De esta manera, el desafío que enfrenta este equipo de trabajo es constante, donde el principal motor en cada taller es generar un diálogo de saberes entre el conocimiento científico y el popular, cuyo reconocimiento se basa en que ambos son posibles, compatibles y complementarios. Una misión que tiene desde su corazón el promover la participación.

Amantina Vega, quien va al volante, conoce la ruta a los NAPs de memoria. Sus compañeros, a veces sin prestar atención, van leyendo en detalle la planificación hasta que escuchan repentinamente: “¡Llegamos!”. Ella, con toda la facilidad que da la experiencia, abre el portamaletas e inicia a descargar del auto las guías impresas con el material de la jornada anterior, tizas, mesas y sillas; mientras el resto de sus compañeros ordena lo que será el aula por cerca de tres a cuatro horas.

Los agricultores, quienes ya reconocen sus rostros desde lejos, se acercan e comienzan sus particulares saludos. Algunos vociferan con cariño lo que ya han practicado en sus huertos, mientras que otros sonríen a lo lejos y toman un lugar para iniciar con el taller. Amantina, según relatan sus compañeros, tiene la capacidad para llamar la atención a cada minuto de las y los campesinos, una tarea interesante de realizar, pero su experiencia la ha llevado a tener una chispa que encanta hasta al más tímido interlocutor.

“Los facilitadores deben ser capaces de compartir conocimientos técnicos bajo un lenguaje sencillo e inclusivo, sin embargo, la prueba está en ser sincero, ya que el objetivo es orientarlos sin imponer un sesgo ideológico, además de acompañarlos, a través de la escucha activa, la formulación de preguntas y, de esta manera, promover la discución entre ellos”, asevera Vega.

La jornada comienza, y las y los agricultores tardan en guardar silencio, están ansiosos, hoy al igual que en las otras actividades tendrán la posibilidad de poner en práctica lo discutido durante el encuentro. “Lo importante acá es rescatar que los conocimientos técnicos o prácticos se intercambian al generarse un espacio de encuentro, donde además sus participantes, en este caso, los campesinos y campesinas, comparten cosas que sobrepasan las temáticas predispuestas y que responden de igual manera a otras dimensiones de la vida rural”, asegura la encargada de vinculación de centro Ceres.

Con las manos en la tierra, oliendo las diferentes especies vegetales y escuchando sus nombres científicos, varios, entre ellos campesinos y profesionales de PRODESAL (Programa de Desarrollo Local) – INDAP (Instituto de Desarrollo Agropecuario) aguardan y miran en silencio la rama de “melissa officinalis” que sostiene Amantina en su mano. De pronto, don Juan, integrante del Núcleo de Aprendizaje Participativo Calle Larga alza su brazo impestivamente y dice: “Yo lo conozco con otro nombre”. Emiliano asiente y devuelve la pregunta: “¿Cómo dice usted que se llama?”. El campesino algo nervioso por cómo las miradas se posan abruptamente sobre él responde animosamente: “En mi casa, la conocemos como toronjil pa’ la pena” y esboza una picarona sonrisa.

“Este modelo de extensión se ve más bien en instancias autogestionadas, tales como escuelas vivenciales, ONG dedicadas a huertos urbanos u otras; pese a que existen lineamientos generados desde la política pública”, explica Amantina. De acuerdo al sitio oficial de INDAP, existen dos programas destinados a promover la agricultura sustentable y la extensión rural. En el primero, la institución establece la promoción de prácticas y manejos ambientalmente amigables en sistemas productivos, mientras que el segundo extiende una serie de manuales para asesorar a extensionistas en el ejercicio de las transferencias.

Para Ximena Pantoja, funcionaria de PRODESAL Cabildo, desde la institución se cumple con impulsar a campesinos y campesinas a desarrollar una producción limpia con una mirada más creativa e innovadora, estableciendo alianzas con centros tecnológicos que aprecien  los mismos objetivos. “Junto a centro Ceres,no solo se realizan iniciativas sustentables fáciles de aplicar, sino que también fortalecen la comunicación y unión social, tanto para métodos de ventas asociativas como el intercambio de semillas o apoyo cooperativo. Sin lugar a dudas, se logra obtener resultados socioeconómicos sanos y de calidad, gozando de una extensión que nos compromete como profesionales y seres humanos al bienestar ambiental y social”, afirma.

El taller finaliza y uno a uno empiezan a guardar sus cosas para retirarse. Fueron cerca de tres horas de diálogo sobre la realidad que los aqueja: “Falta de agua” dicen algunos, otros apuntan hacia los intermediarios o revendedores y unos pocos, algo resignados, acusan la poca o nula ayuda que reciben en sus campos. Este momento es especial, todos están en confianza y permean sus conflictos con el resto, a veces, encontrando apoyo en sus mismos compañeros, lo que hace exitoso el objetivo del proyecto al perseguir la conformación de una red de agricultores.

Los profesionales de Ceres se despiden y reflexionan sobre la jornada. Solo queda un campesino, el líder o lidereza del NAP, quien como buen anfitrión se despide afectuosamente de todos, dado que éste será quien dé continuidad al proyecto. “La idea es que los líderes y liderasas sean los encargados de promover entre sus pares las técnicas adquiridas, dinamizando lo aprendido en su realidad mediante el rescate de prácticas agrícolas sustentables dentro de sus sistemas. Eso hace posible esta red”, puntualiza Francesca junto su equipo, Amantina y Emiliano.

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